Dice un viejo dicho que “no
se sabe quién es más tonto, si el que presta un libro, o el que lo devuelve”,
otro nuevo dicho también habla sobre el préstamo de libros diciendo que “los
libros tienen su orgullo y una vez prestados nunca regresan”, sin embargo, como
en casi todas las cosas de la vida el préstamo, alquiler, donación y venta de
libros encuentra espacios alternos para burlarse de estos dichos y mostrarnos
otras realidades.
Hace algunos años, unos
turistas extranjeros me hablaron de un lugar llamado “liberate” ellos afirmaban
que quedaba en Taganga, muy cerca de Santa Marta y que ahí era posible donar,
alquilar o comprar libros en casi todos los idiomas a precios muy bajos, esta
historia fue el principio de una búsqueda de varios días, meses y creo que
años, intentando encontrar este lugar en alguna de las calles de Taganga. Cada
vez que viajaba al lugar – a mitad o fin de año- recorría el lugar intentando
encontrarlo, esto me llevó a visitar la Biblioteca Pública de la zona, - que
siempre encontré cerrada, no sé si por la época o por mi suerte- hasta que un día encontré un mapa pintado en
una pared, estando muy cerca de la Iglesia del poblado.
El lugar, no se llamaba
“liberate”, sino Literarte, y el mapa – como casi todos los mapas que hay o se
hacen en Santa Marta- era bastante enredado, pero gracias a unos avisos en la
carretera logré llegar a él, al encontrarlo la fascinación me ganó enseguida,
una casa hermosa, adornada con caracuchas de mar, sobre una pequeña loma, en
ella unos perros que anuncian tu llegada cuando estas subiendo las escaleras
para llegar a la puerta de la casa, causando que la dueña del lugar, una Suiza
que se enamoró de un pescador Colombiano, salga a atenderte, conversar contigo
y contarte la historia de “Literarte”.
Cada ciudad tienen su
librería mágica, ese tesoro underground, hecho para exploradores y amantes de
la literatura, normalmente no se rigen por las reglas del mercado, ni de las
grandes librerías que se ven llevadas por el vaivén de la economía, no, estos
lugares mágicos desobedecen todas las reglas, Santa Marta tiene también ese
lugar, ese lugar es Literarte, en ella podemos encontrar estantes llenos de
libros en diversos idiomas – francés, alemán, mandarin, ruso, hebreo, árabe,
finlandes, Flandes, italiano, portugués, en fin- llevados allí por viajeros, Literarte no es
una librería, es un sitio de intercambio, venta y alquiler de libros, es un
lugar mágico donde un viajero puede intercambiar su libro, que ha traído de
otras latitudes, por otro igual o más pequeño, pero si este viajero no lleva un libro y
quiere leer alguno, lo puede alquilar por 20.000 pesos o el equivalente en su
moneda.
En este lugar mágico,
podemos encontrar a los autores latinoamericanos traducidos en diferentes
lenguas, o libros que normalmente no llegarían a ninguna librería del país, por
esos líos del mercado y exportaciones, recuerdo que el primer libro que me
lleve de Literarte, fue una edición alemana del Vals de Bashir en novela gráfica,
antes de comprarlo, desconocía que aquel excelente documental tuvieran una
versión impresa en novela gráfica, luego me llevé Que viva la Música de Andrés
Caicedo, y al revisarlo encontré que le había pertenecido a una argentina, que
el libro había pasado por Uruguay, Chile, Australia, regresado a Argentina y de
ahí voló a Colombia y me di cuenta de otra de las magias de este lugar, que es
una gran biblioteca de libros viajeros que tienen muchas historias y demasiados
idiomas por contar, abrir uno de estos libros y encontrar las notas de sus
antiguos portadores con los diarios de sus viajes plasmados sobre sus hojas,
estos libros son unos resistentes que no se someten a los dichos del préstamo
de libros o del orgullo o a la economía de mercado regida por las grandes
editoriales o librerías y todo esto es posible en Santa Marta gracias a
Literarte.
Cada vez que voy a Santa
Marta, en mi interminable de búsqueda de libros y lugares donde conseguirlos es
imposible no pasar por Literarte, conversar con sus administradores que me
cuentan las historias de los libros, de los viajeros que los traen, me dejan
pasar horas entre esos libros mirando que descubro nuevo y al final negociar un
precio de compra, de intercambio – es bueno llevar libros al lugar para
intercambiar- o de alquiler, según sea
la condición del momento.
Santa Marta es magia y este
lugar me lo recordó una vez más, magia, resistencia y pasión en medio de las
adversidades de cada día, resistencia al contar con pocas librerías pero
encontrar libros de talla mundial a muy bajo precio, o poder alquilarlo o
intercambiarlo, es pasión por el libro, poder encontrar libros que solo se verían en
las grandes capitales del libro y es más mágico encontrarlo en diferentes
idiomas, versiones e impresiones, todo en un mismo lugar, al lado del mar y de
la montaña, como solo es posible en Santa Marta.