viernes, 24 de octubre de 2014

Cuando un escritor escribe para sus hijos y salimos a buscar su libro

A finales del 2009 me encontraba en una tusa literaria, había leído mucho en ese año pero parecía que nada me llegaba al alma, recorriendo librerías y bibliotecas me encontré a “Harun y el mar de las historias”, este libro estaba al lado de “Drácula”, cerca de “Los versos satánicos” y rodeado de “Vergüenza”, tres libros que había leído en el 2008 en la misma biblioteca donde encontré a Harun.

Mi sorpresa fue enorme al descubrir este libro “infantil” de Salman Rushdie, que escribió para su hijo de 12 años y desde el momento que comencé a leerlo me dio el celo del lector, quería el libro a como diera lugar para leerlo una y otra vez así que emprendí la búsqueda del mismo.

En el 2012 lo encontré en Bogotá, cerca del Centro Cultural del libro y ahí lo compré a un librero que no conocía al autor ni al libro por lo que me dejó muy barato lo que me permitió llevar este tesoro a casa, ese día me enteré que existía una segunda parte o secuela de este libro “Luka y el fuego de la vida”, que el autor había escrito para su otro hijo cuando este cumplió 12 años, 20 años después de Harun[1], por lo que emprendí otra búsqueda que comenzó en Bogotá ese mismo dia, pero que no me llevó a nada.

Mientras leía Harun – nuevamente- seguía buscando a Luka en cada ciudad que visitaba, un día decidí llegar a la primera librería que conocí, una librería pequeña y casi siempre vacia, ubicada en una pequeña ciudad del caribe, Santa Marta, mi ciudad natal.  Entré a la “Librería Colonial” para ver que tenían de nuevo y ahí encontré entre los estantes a “Luka y el fuego de la vida” con tan mala suerte que ese día no tenía ni un peso por lo que no pude comprarlo.

Al siguiente día me iba de Santa Marta rumbo a Cartagena por lo que no pude comprar el libro – el problema no era de tiempo, era de plata- así que esperé hasta la próxima. No sé qué pasó en ese tiempo pero me demoré en volver a Santa Marta y cuando volví encontré que la Librería Colonial había cerrado y nadie sabía que había pasado con sus libros, así que quedé igual que antes,  sin el libro y sin la mínima idea de dónde encontrarlo.

Pasó el tiempo, aprendí a comprar libros por internet y Buscalibros me invitó a trabajar con ellos, por un tiempo olvidé a “Luka y el fuego de la vida” pero en cada búsqueda, en cada visita a librerías de segunda mano de las ciudades que visitaba, en cada encargo por internet o feria literaria buscaba el libro, hablaba con libreros en Venezuela, Argentina y Uruguay preguntándoles si conocían ese segundo libro de Rushdie dedicado a su hijo en sus doce años y las conversaciones me llevaban a Harun, pero nunca a Luka.

Hace algunos días, luego de un viaje por las vacaciones de mi novia, llegamos a El Amanuense, en Santa Marta, le pedí que fuéramos porque quería comprar la revista literaria Matera, para mostrársela a unos amigos escritores en Cartagena y presentársela a Buscalibros, cuando al llegar ella dice esas palabras mágicas.

-          Aja ¿no vas a preguntar por los libros que te encargan? – me preguntó ella.

En ese momento se me pasaron muchos libros por la cabeza, pero por la boca solo me salió uno “Luka y el fuego de la vida, de Salman Rushdie” la librera recorrió el lugar, pasó por la sección infantil y me dice:

-Pero…….¿ese no es un libro para niños?-

-No, o bueno si, es un libro que Rushdie escribió para su segundo hijo- le respondí.

La librera me trae el libro en ese momento mientras una emoción va creciendo dentro de mí  y la sorpresa va creciendo, lo tengo en mis manos, al fin de mucho tiempo y mi novia me pregunta - ¿lo quieres? Si quieres llévalo y me lo pagas después, es más porque no llevas dos, así lees uno y vendes el otro, igual sino lo vendes nos quedamos con el  - y lo hace, compra dos ejemplares de “Luka y el fuego de la vida” mientras compramos otros libros.

Esa tarde ella conoció la librería donde le compré el libro que le regalé en su cumpleaños, entendió por qué le decía que al entrar una librería crees que vas a comprar algo y sales con otra cosa en la mano. No sé cuánto tiempo pasamos mirando libros, yo le recomendaba algunos, ella buscaba otros y el Amanuense se hacía más especial para mí, no es simplemente una librería es un lugar cargado de recuerdos en forma de libros, pasiones con olor a café y miles de historias por vivir. En el Amanuense he buscado libros –mi extraño trabajo y pasión- con Alisson, mi eterna compañera de búsquedas en Santa Marta y familiar lejana, y ahora con Mar, la mujer que amo y que cada día me sorprende con sus regalos, esta vez fue “Luka y el fuego de la vida”, mañana veremos que otro viaje nos dan los libros y las librerías.  

PDT. Les debo la reseña de Luka y el fuego de la vida, la escribo la próxima semana.




[1] Harun y el mar de las historias fue publicado en 1990, Luka y el fuego de la vida en el 2011.

viernes, 17 de octubre de 2014

Discurso de Clara Campoamores en las corte el 1 de octubre de 1931, donde quedaría aprobado el voto femenino en España

Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.

Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis -fijaos bien- afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.

No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio -cosa dolorosa para un abogado-, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.

Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho.



Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer.

A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros.

Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer.

Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.

No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.

Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española.