viernes, 24 de octubre de 2014

Cuando un escritor escribe para sus hijos y salimos a buscar su libro

A finales del 2009 me encontraba en una tusa literaria, había leído mucho en ese año pero parecía que nada me llegaba al alma, recorriendo librerías y bibliotecas me encontré a “Harun y el mar de las historias”, este libro estaba al lado de “Drácula”, cerca de “Los versos satánicos” y rodeado de “Vergüenza”, tres libros que había leído en el 2008 en la misma biblioteca donde encontré a Harun.

Mi sorpresa fue enorme al descubrir este libro “infantil” de Salman Rushdie, que escribió para su hijo de 12 años y desde el momento que comencé a leerlo me dio el celo del lector, quería el libro a como diera lugar para leerlo una y otra vez así que emprendí la búsqueda del mismo.

En el 2012 lo encontré en Bogotá, cerca del Centro Cultural del libro y ahí lo compré a un librero que no conocía al autor ni al libro por lo que me dejó muy barato lo que me permitió llevar este tesoro a casa, ese día me enteré que existía una segunda parte o secuela de este libro “Luka y el fuego de la vida”, que el autor había escrito para su otro hijo cuando este cumplió 12 años, 20 años después de Harun[1], por lo que emprendí otra búsqueda que comenzó en Bogotá ese mismo dia, pero que no me llevó a nada.

Mientras leía Harun – nuevamente- seguía buscando a Luka en cada ciudad que visitaba, un día decidí llegar a la primera librería que conocí, una librería pequeña y casi siempre vacia, ubicada en una pequeña ciudad del caribe, Santa Marta, mi ciudad natal.  Entré a la “Librería Colonial” para ver que tenían de nuevo y ahí encontré entre los estantes a “Luka y el fuego de la vida” con tan mala suerte que ese día no tenía ni un peso por lo que no pude comprarlo.

Al siguiente día me iba de Santa Marta rumbo a Cartagena por lo que no pude comprar el libro – el problema no era de tiempo, era de plata- así que esperé hasta la próxima. No sé qué pasó en ese tiempo pero me demoré en volver a Santa Marta y cuando volví encontré que la Librería Colonial había cerrado y nadie sabía que había pasado con sus libros, así que quedé igual que antes,  sin el libro y sin la mínima idea de dónde encontrarlo.

Pasó el tiempo, aprendí a comprar libros por internet y Buscalibros me invitó a trabajar con ellos, por un tiempo olvidé a “Luka y el fuego de la vida” pero en cada búsqueda, en cada visita a librerías de segunda mano de las ciudades que visitaba, en cada encargo por internet o feria literaria buscaba el libro, hablaba con libreros en Venezuela, Argentina y Uruguay preguntándoles si conocían ese segundo libro de Rushdie dedicado a su hijo en sus doce años y las conversaciones me llevaban a Harun, pero nunca a Luka.

Hace algunos días, luego de un viaje por las vacaciones de mi novia, llegamos a El Amanuense, en Santa Marta, le pedí que fuéramos porque quería comprar la revista literaria Matera, para mostrársela a unos amigos escritores en Cartagena y presentársela a Buscalibros, cuando al llegar ella dice esas palabras mágicas.

-          Aja ¿no vas a preguntar por los libros que te encargan? – me preguntó ella.

En ese momento se me pasaron muchos libros por la cabeza, pero por la boca solo me salió uno “Luka y el fuego de la vida, de Salman Rushdie” la librera recorrió el lugar, pasó por la sección infantil y me dice:

-Pero…….¿ese no es un libro para niños?-

-No, o bueno si, es un libro que Rushdie escribió para su segundo hijo- le respondí.

La librera me trae el libro en ese momento mientras una emoción va creciendo dentro de mí  y la sorpresa va creciendo, lo tengo en mis manos, al fin de mucho tiempo y mi novia me pregunta - ¿lo quieres? Si quieres llévalo y me lo pagas después, es más porque no llevas dos, así lees uno y vendes el otro, igual sino lo vendes nos quedamos con el  - y lo hace, compra dos ejemplares de “Luka y el fuego de la vida” mientras compramos otros libros.

Esa tarde ella conoció la librería donde le compré el libro que le regalé en su cumpleaños, entendió por qué le decía que al entrar una librería crees que vas a comprar algo y sales con otra cosa en la mano. No sé cuánto tiempo pasamos mirando libros, yo le recomendaba algunos, ella buscaba otros y el Amanuense se hacía más especial para mí, no es simplemente una librería es un lugar cargado de recuerdos en forma de libros, pasiones con olor a café y miles de historias por vivir. En el Amanuense he buscado libros –mi extraño trabajo y pasión- con Alisson, mi eterna compañera de búsquedas en Santa Marta y familiar lejana, y ahora con Mar, la mujer que amo y que cada día me sorprende con sus regalos, esta vez fue “Luka y el fuego de la vida”, mañana veremos que otro viaje nos dan los libros y las librerías.  

PDT. Les debo la reseña de Luka y el fuego de la vida, la escribo la próxima semana.




[1] Harun y el mar de las historias fue publicado en 1990, Luka y el fuego de la vida en el 2011.

viernes, 17 de octubre de 2014

Discurso de Clara Campoamores en las corte el 1 de octubre de 1931, donde quedaría aprobado el voto femenino en España

Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.

Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis -fijaos bien- afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.

No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio -cosa dolorosa para un abogado-, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.

Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho.



Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer.

A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros.

Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer.

Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.

No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.

Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española.


sábado, 24 de mayo de 2014

Los Once, una invitación a leer nuestro país



Escribir una historia en la que se muestre lo que se piensa y hacen los personajes al mismo tiempo, es un verdadero reto; porque para los ojos del lector es casi imposible percibir las dos cosas al mismo tiempo, sin embargo hay historias que nos permiten ver, oír, oler y sentir con los personajes cuando leemos.

Eso me pasó en estos días con “Los Once”, novela gráfica escrita y dibujada por Miguel Jiménez, José Luis Jiménez y Andrés Cruz. Obra que nos acerca a una de las historias más crudas de nuestra realidad, la toma y retoma del palacio de justicia en noviembre de 1985. Acercarse a esta historia sin tener tintes políticos no es fácil, más por los niveles de polarización que vivimos en Colombia –sobre todo en estos días de elecciones presidenciales y procesos de paz-;  por lo que la obra de estos jóvenes tiene un toque especial, ese de atreverse a escribir y dibujar sin polarizar mientras nos invita a recordar, pensar y actuar.

La primera vez que escuche de “Los Once” fue el 2 de mayo del 2013, en Radionica, y luego supe más de esta por la página de  la emisora. Haciéndome una idea de cómo era, me la imaginaba como la versión colombiana de Maus -Maus: A Survivor's Tale, consideraba la primera novela gráfica de todos los tiempos dibujada por  Spiegelman y su mujer Francoise Mouly- y comencé a buscarla en librerías de diferentes ciudades de Colombia, sin encontrarla, hasta que al principio de este año, por redes virtuales me enteré que ya se estaba distribuyendo en librerías, así que reinicié mi búsqueda que terminó el pasado 20 de mayo, cuando al fin pude comprarla y leerla en cuestión de días.

Para mi alegría “Los Once” no es “Maus”, los once son nuestra historia, nuestra fuerte historia llena de sonidos, de crisis al leer, de familias separadas, destrozadas; y de imágenes que a veces no logramos definir pero sabemos que existen, que están ahí, aunque no podamos precisar qué son, pero nuestros sentidos cargados de recuerdos, historias y sonidos si lo hacen, y de una manera nítida sin caer en la trivialidad de siempre, en ese devenir de quien tuvo la culpa.

“Los Once” no cae en eso, sino que pone en el centro de la historia a una familia de ratones en medio de los humanos; me parece que hay una intencionalidad de pensar en los que nadie pensó, mientras el país debatía buscando culpables. Una abuela y su nieta – ratona – solo esperaban una noticia, un milagro; y era que su familiar llegara,  esa imagen es tan nuestra, tan colombiana.

Como novela gráfica, “Los Once” me deja gratamente sorprendido, y sus dibujantes, –que espero conocer en algún momento– me transmiten muchos sentimientos en medio de las imágenes. Para mí, los textos y dibujos no se quedan solo ahí, es como si al verlos y leerlos sintiera la angustia, los sonidos del momento, el vaivén de los recuerdos y de los hechos que acompañan simultáneamente a los personajes, este trabajo me deja profundamente emocionado y no es para menos, me esperaba una copia más de Maus y encontré una verdadera sorpresa, una historia muy nuestra, con nuestras lágrimas, dolores e intentos de reconciliación con el pasado que continua tan presente.

¿Alguna recomendación? Solo una, lean la historia porque no pienso contar spoilers, ¿recomendación para los dibujantes? Solo que continúen realizando obras como estas, al principio la historia me pareció corta o incompleta, pero al volver a leerla encontré nuevos detalles que me permiten ver el por qué llega hasta ahí, muchachos la del final es una muy buena imagen, ustedes supieron no poner una palabra y eso lo dice todo.

Para Laguna Libros, sigan apostándole a estos proyectos, son excelentes.

Muchachos, no se ganaron la convocatoria, en cambio nos regalaron una nueva visión de nuestra trágica historia, gracias. 

jueves, 16 de enero de 2014

La carta de Juan Gelman “a su nieta o nieto” escrita en 1995:

Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración del ejército, el Pozo de Quilmes casi seguramente. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración “Automotores Orletti” que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado “El Jardín.

Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron –ya vos en ella– al Pozo cuando estuvo a punto de parir. Allí debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar –así era casi siempre– a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 13 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado de El Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugnó la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera que hubiese sido el hogar al que fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aun así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son biológicos –como se dice– sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de cómo se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.

También pensé todos estos años en qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez –y fueron varias– que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica –por no ser suficientemente chico o chica– para entender lo que había pasado, lo que habías pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación.

Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen. Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tú historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera”.



miércoles, 15 de enero de 2014

Muere el poeta argentino Juan Gelman

El día de ayer - 14 de enero de 2014- se conoció la noticia en hora de la noche, ha muerto otro gran poeta latinoamericano, conocido por sus versos, operas, cuentos y vida revolucionaria, que lo obligó a vivir en el exilio y el asesinato de su hijo y nuera. 

Juan Gelman Burichson. (Buenos Aires, 3 de mayo de 1930). Poeta, traductor y periodista argentino, fue considerado como el poeta más importante de su generación. 

Hijo de emigrantes ucranianos, ejerce diversos oficios antes de dedicarse al periodismo, por esos años, Argentina sufrió una de las peores dictaduras militares de América, y a causa de su actividad periodística y política vivió en el exilio entre 1975 y 1988, pasando por Roma, Madrid, Managua, Paris, Nueva York y Mexico, durante esos años en el exilio fue condenado a muerte por la dictadura argentina y sufre el drama de los desaparecidos cuando su hijo Marcelo Gelman Schubaroff y su nuera María Claudia García Iruretagoyena Casinelli entra a formar parte de los cientos de miles “perdidos”.

Gelman trabajó en su juventud en el periódico “Rojo y Negro”, junto con otro fundó el grupo de poetas “El pan duro”, secretario de redacción de “Crisis”, director del suplemento cultural de “La Opinión” y jefe de redacción de noticias, con la UNESCO ejerce como traductor y en el 2007 colabora con “Pagina 1/2.

Poeta adscrito al realismo crítico y al intimismo, en su poesía es constante la cotidianeidad, la política, la denuncia y la indignación ante la injusticia, de su producción poética se destaca “Violín y otras cuestiones”, “El juego en que andamos”, “Velorio del solo”, “Gotán”. “Sefini o Colera Buey”, entre su obra poética se resalta Sidney West, Traducciones, Fabulas, Relaciones, Hechos y relaciones o Si tan dulcemente.

Junto con Osvaldo Bayer escribe “Exilio” y otras de sus obras son “Citas y comentarios”, “Hacia el sur”, “Composiciones”, Carta a mi madre” y “País que fue será”.

Su antología “Pesar todo” fue galardonada con el premio de poesía José Lezama Lima, concedida por la Casa de las Américas. En 2005 publica una nueva antología “Oficio ardiente”, reuniendo poemas publicados a los largo de 50 años y otros inéditos.

Entre los premios literarios que recibió se cuentan el Premio Nacional de Poesía en 1997, Premio Reina Sofía de Poesía en 2005, Premio Cervantes en 2007 y en 2009 la Asociación de Poetas Chinos le otorga el Premio Antílope Tibetano.

Juan Gelman también exploró la música, escribiendo dos óperas, “La trampera general” y “La bicicleta de la muerte”, así como dos cantatas, “El gallo cantor” y “Suertes”, uniéndose a esta colección musical varios LP.

lunes, 6 de enero de 2014

Carta de Andres Caicedo a su madre antes de suicidarse


Mamacita: Cali, 1975.

Un día tú me prometiste que cualquier cosa que yo hiciera, tú la comprenderías y me darías la razón. Por favor, trata de entender mi muerte. Yo no estaba hecho para vivir más tiempo. Estoy enormemente cansado, decepcionado y triste, y estoy seguro de que cada día que pase, cada una de estas sensaciones o sentimientos me irán matando lentamente. Entonces prefiero acabar de una vez. De ti no guardo más que cariño y dulzura. Has sido la mejor madre del mundo y yo soy el que te pierdo, pero mi acto no es derrota. Tengo todas las de ganar, porque estoy convencido de que no me queda otra salida. Nací con la muerte adentro y lo único que hago es sacármela para dejar de pensar y quedar tranquilo....

Acuérdate solamente de mí. Yo muero porque ya para cumplir 24 años soy un anacronismo y un sinsentido, y porque desde que cumplí 21 vengo sin entender el mundo. Soy incapaz ante las relaciones de dinero y las relaciones de influencias, y no puedo resistir el amor: es algo mucho más fuerte que todas mis fuerzas, y me las ha desbaratado....

Dejo algo de obra y muero tranquilo. Este acto ya estaba premeditado. Tú premedita tu muerte también. Es la única forma de vencerla. Madrecita querida, de no haber sido por ti, yo ya habría muerto hace ya muchos años. Esta idea la tengo desde mi uso de razón. Ahora mi razón está extraviada, y lo que hago es solamente para parar el sufrimiento



Andrés